viernes, 14 de septiembre de 2018

Día 2.- De Grañón a Viloria de Rioja

Domingo, 5 de agosto de 2018

Me desperté sobre las dos, era difícil volver a coger el sueño, varias personas roncaban entre ellas otro peregrino que habría entrado mientras yo dormía, y con la acústica de la capilla...había bastante ruido. Salí fuera, a orinar y orearme. Hacía bastante fresco por lo que no estuve mucho rato fuera. Me hubiera gustado contemplar un rato mas las estrellas. Me metí en mi saco sabana de seda y estuve esperando a que pasará el tiempo. Dormitando y pensando.No recuerdo lo que estuve pensando.
Sobre las cinco se despertó el nuevo, que se marcho dando un portazo. Le molestarían los ronquidos de los otros? Yo también me levante, algunos peregrinos ya preparaban su marcha. En este viaje haremos pocos amigos, todos nos dejarán atrás dado el ritmo que tenemos que lleva. Me digo que en definitiva no he venido a conocer gente, sino a conocerme a mi mismo. Sobre las 6 subí a que me sellarán la credencial y pagar, deje 10 euros, 5 por mi y otros 5 por Bea. En Grañón no tienen sello, cada uno se dibuja lo que quiera en la casilla. A las 7 desperté a Bea tal como habíamos quedado, sino la despierto dormiría hasta mediodía. !que envidia me da¡ Recogí la ropa y apañamos las mochilas y salimos. El café ya se había acabado, y aunque el hospitalero dijo de hacer mas, rehusamos. Queríamos ponernos en marcha ya.
Quedamos con Jordi, el dueño del bar donde cenamos e ir a desayunar pero estaba cerrado. Así que fuimos al My Way, esta vez si pudieron atendernos. Bea tomó un café con leche y una pasta de chocolate del malo. Curiosamente no le gusta el chocolate bueno en tableta, pero es adicta a las pastas de chocolate industrial. Yo no pude resistirme a una tortilla recién hecha todavía humeante que acompañe con un café con leche. Es raro, pero se de que en América suele beber café con leche en las comidas.
El siguiente pueblo Redecilla del Camino, estaba a solo 4 kilómetros que hicimos sin enterarnos. Cruzamos la frontera entre La Rioja y Burgos, hay un gran cartel que lo marca, donde nos hicimos las correspondientes fotos.

 En el bar del pueblo, Bea tomo su segundo café con leche, necesita varios para ponerse en marcha. Yo visite el water. No pudimos ver la famosa pila bautismal por estar cerrada la iglesia.
El siguiente pueblo también está cerca, pesábamos almorzar allí, pero el hostal estaba cerrado. Como no había dormido casi nada, o solo 4 horas, me tumbe en un banco del pueblo a echar un microsueño.
Después continuamos hasta Viloría del Rio, pueblo natal de Santo Domingo de la Calzada.Donde nos íbamos a quedar, no quería forzar el pie.  2 kilómetros mas que hicimos antes del mediodía.
En Viloria hay dos albergues, uno que supuestamente apadrina Paulo Cohelo, y otro que está a la entrada del pueblo y es donde nos quedamos. Dejando a Paulo Cohelo para otra ocasión. Leí su libro, bueno, es interesante, una visión mágica del Camino según un código que francamente no entendí. Tampoco entendí el final ni sus símbolos, el perro negro, el gitano, la bruja...uhmmm.
La hospitalera del albergue, Mariaje, nos acomodo y nos explicó el funcionamiento. 5 euros el alojamiento y cena comunitaria y desayuno la voluntad. Aunque al final no cenamos porque hubo una confusión.
El albergue es una casa antigua de pueblo. Abajo tenía una cocina comedor y arriba están la habitación bastante amplia, 16 literas. Una vez instalados, ducha y lavado de ropa. Eche una siesta hasta la hora de comer.
En el pueblo no hay bares, por suerte no nos habiamos comido lo que compramos en Santo Domingo, compramos unas bebidas a Mariaje, Bea le dío 4 euros por 2 cervezas. Que exagerada! Así que nos acercamos a unas mesas que hay junto a la iglesia y la casa de Santo Domingo, que por cierto está en completa ruina. Había un cartel que reivindica su reconstrucción. Tanta gente que vive del camino, no se como no se hace algo. Había otros peregrinos descansando en esa zona, ingleses.
Después de la comida volvemos a echar la siesta, no ha venido nadie. De echo estaremos solos en el albergue. Yo duermo poco, escribo en el diario y leo Las Enseñazas de Don Juan. Bea sigue durmiendo, es una máquina. Yo bajo a tomar un café. Me lo sirve Mariaje, la voluntad, le dejo un euro. Intento entablar conversación pero no está por la labor, cuatro lugares comunes. Y salgo a dar una vuelta por el pueblo, que es solo una pequeña aldea. El albergue de Paulo Cohelo parece cerrado, cuatro comadres están sentadas a la sombra hablando de sus cosas. Pasan peregrinos de vez en cuando. Me vuelvo al albergue a leer el Dharmmapada, el otro libro que llevo. La sabiduría de los brujos y la de los budistas. Parece que me están vedadas, la vida me esta vedada. Me sumo en el desencanto. Me canso de leer y me pongo a coser el parche que compre en Santo Domingo. Un gesto que me parece fútil pues posiblemente NUNCA LLEGUE A SANTIAGO. Me miro en el espejo y veo que tengo bastante eccema, rebusco en el botiquín y no encuentro el Nutredeica, asi que tengo que ponerme Aloe Vera. Noto una peste que proviene de mis chanclas, no me había dado cuenta en casa. Tendré que comprar otras en Belorado.
A las 6 despierto a Bea, para bajar a cenar. Pero o sorpresa ha habido un malentendido, teníamos que haber confirmado la cena, y como no dijimos nada, Mariajé no tiene nada. Menos mal que todavía nos queda jamón y las almendras que siempre llevo para emergencias.
Salimos a ver la puesta de Sol, pero tarda mucho en ponerse y nos volvimos al albergue. Mariaje se despide de nosotros tras enseñarnos como funciona la puerta de la entrada. Subimos a por la comida que nos quedamos y como ha dejado pan, mermelada y mantequilla para el desayuno improvisamos una cena.  Bea prepara unas tostadas en la sartén. Después salimos a tomar la fresca y dormir bien pronto.



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