viernes, 7 de septiembre de 2018

Día 1º. De Santo Domingo de la Calzada a Grañon

Sábado, 4 de agosto del 2018






Después de un año de recuperación de la lesión sufrida. Bea y yo reanudamos nuestro peregrinaje donde lo dejamos. Santo Domingo de la Calzada.
A Santo Domingo llegamos desde Barcelona en autobús a las cuatro de la mañana. Bea durmió casi todo el trayecto yo fui dando cabezadas entre el sueño y la alucinación.
Al llegar a Santo Domingo buscamos un lugar donde apalancarnos mientras se hacía de día y de paso descansar un poco del agotador viaje. Primeros nos quedamos en la garita que hace de estación de autobuses en Santo Domingo, pero la llegada de unos jóvenes ruidosos nos ahuyento de allí. Yo propuse buscar un parque o una plaza, pero Bea tenía frio, y propuso mejor meternos en un cajero. Me pareció una idea cutre pero ante la falta de alternativos, buscamos y encontramos uno bastante amplio. Nos sentamos en el suelo y dormitamos algo hasta que se hizo de día y abrieron un bar cercano. Donde entramos a desayunar y hacer tiempo.
Después del desayuno nos adentramos en el casco antiguo. Enfrente del alberque hay una plaza donde estaban poniendo un mercadillo, curioseamos pero no compramos nada. Nos fuimos a la amplia plaza del ayuntamiento donde nos sentamos en un banco al sol. Mientras Bea fumaba y guardaba las mochilas yo fui a explorar la zona. El horario de la catedral que queríamos visitar y la pastelería que recomendaba la guía para comprar los dulces típicos. Los ahorcaditos. Es un hojaldre en forma de vieira con una figura humana de crema. Valen 2 euros cada uno. Este pastelito hace referencia a la leyenda del peregrino ahorcado y la gallina revivida por el santo. Leyenda de todos conocidos.
Cuando abrieron la catedral fuimos a verla, las mochilas nos las guardan en la recepción y nos sellaron las credenciales. La catedral llama la atención las gallinas vivas que tienen un un rincón de la misma. Gallinas y gallo, pues de vez de cuando kikiriquea. La gente les hace fotos. Nosotros también . Después subimos a la torre, que conserva un reloj medieval todavía en funcionamiento.  Fantásticas vistas de la ciudad y toda la plana, entre un montón de campanas. Abajo en la plaza había un muñeco colgado, supongo que en preparación de alguna fiesta local.  En la tienda de souvenirs compre una gorra y un parche para la mochila.
Tras la visita cultural y turística, buscamos un sitio para comer, entre varios restaurantes de la zona nos decantamos por el "Donde la gallina canto" Yo comí unas papas a la riojana que es un guiso parecido a la fabada pero con patatas en vez de judías. Y un bacalao con una salsa de tomate no del todo lograda.
Cansadisimos como estábamos del viaje y de la visita a la ciudad, buscamos un sitio donde poder echar una siesta. Lo encontramos cerca de los restos de la muralla. Y a su sombra nos tumbamos. Bea sobre el césped, yo aprensivo con los bichos en un banco. Cuando despertamos, todavía hacía mucha calor como para iniciar la marcha hacía Grañón. Así que nos fuimos al alberque a refugiarnos en estas horas abrasadoras del mediodía.  El albergue también tiene un pequeño corral con gallinas por aquello de la tradición. También una exposición de los ingenieros de caminos cuyo patrón es precisamente Santo Domingo y parece y ellos a su vez patrocinan este albergue.
Allí estuvimos viendo en deambular de los peregrinos. Entró una chica italiana que se puso a hablar con otro grupo de chicas. Oí que se llamaba Mónica.
Sobre las 5 salimos a comprar comida para la cena, lo que hicimos en uno de los supermercado Lupa, habituales por esa zona. Tomamos café en la misma plaza, en un bar muy concurrido por gente mayor jugando a las cartas, una cosa ya desaparecida en Barcelona.
Llame a mi madre. Todo igual de mal, pasa muy malas noches con dolores por todas partes.
Recogemos las mochilas del albergue y ponemos marcha hacía Grañón. Son solo 6 kilómetros, pero se me harán largos por todos los paseos que dimos en Santo Domingo. Tanto que pienso que quizás no podamos ir muy lejos este año tampoco.
En una de las paradas recibo la llamada de Antón, esta en el Artesano esperando verme, para contarme que ya tiene catalogados los 150 libros que nos han donado a la Asociación el señor Gerardo.  Le digo que ya estoy en el Camino y que ya hablaremos a la vuelta.
El camino trascurre entre campos de cereales, algunos segados ya y otros no. De vez en cuando aparece algún campo de girasoles. Avistamos muchas cigüeñas. Nos choca la presencia de mariposas, ya extintas en nuestros lares o difíciles de ver.
Enganchamos a las mochilas el collar repelente de pulgas y garrapatas.
A mitad del camino a Grañon una cruz de hierro señala un hecho histórico, una disputa que hubo entre las ciudades de Grañón y Santo Domingo. Estábamos descansando y admirando el paisaje, cuando pasa Mónica la peregrina que vimos en el albergue. Bea la saluda por su nombre con el consiguiente corte para ella que no había reparado en nosotros cuando estuvo en el albergue. Charlamos un poco y quedamos en vernos en el albergue de Grañón.
Cuando llegamos a Grañon los peregrinos acaban de cenar. El hospitalero nos invita a comer, pero ya que han terminado no queremos ser una molestia. El albergue principal está lleno, así que no aloja en una capilla que parece en desuso, bastante grande. Tenemos que dormir sobre colchonetas de gimnasio. Solo somos tres de momento. Mónica y nosotros.
Tras la ducha y lavado de ropa, que se tiende en un solar a 100 metros del albergue. Salimos a comer. Hay dos bares en el pueblo, el My Way, no se si por la película o por la canción. Donde nos sentamos en un principio, pero que no nos atienden porque parece que les falta personal.Nos vamos al de al lado que inauguraron hace dos días.  Cuyos dueños son una pareja de Tarragona muy simpática. y donde pedimos un bocadillo de jamón a la catalana, o sea amb pa i tomaquet.
Después de cenar me doy cuenta de que estoy agotado, así que le propongo a Bea volver al albergue. Donde tienen montada una a costa de los chinches. Están desinfectando una mochila de una chica. que también se bajo a dormir a la capilla, mientras sus cosas eliminaban el insecticida. Sin el saco duerme con con una sudadera con capucha. Una buena opción al saco. Me la apunto para un próximo viaje.
Con todo yo me quede dormido enseguida.



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