jueves, 3 de septiembre de 2015

14ª jornada. De Huesca a Bolea

Miércoles, 19 de agosto
El primero en levantarse es Jesús, el ciclista canario. Que con sus idas y venidas despierta al resto. Yo hace rato que no pego ojo. Todos se aprestan para salir, pero el primero en marchar es Bernardo, el único que lleva nuestra misma ruta. Quedamos en Bolea. El checo va a hacia Barcelona y los ciclistas que suelen hacer mas de 60klms no volvimos a verlos, al preferir, supongo, el asfalto.
Bea y yo salimos a eso de las 7, paramos en el bar del hostal a desayunar, y emprendemos la marcha siguiendo las lindes del rio Isuela. Nos esperan 23 klms.
La salida de Huesca está muy bien, en general el trayecto hasta Chimillas es tranquilo y pintoresco, con una gran balsa de agua en el trayecto y abundante flora y fauna.

En Chimillas la guia señala que se puede almorzar en la residencia de ancianos que hay a la entrada del pueblo. Y allí vamos, pero nos dicen que eso ya no lo hacen, podemos tomar un café si nos apetece de una maquina de vending. Pero como hay otro bar y tienda en el pueblo desechamos. Bea habla con una anciana que parece que tiene mas de 100 años, es de Barcelona y al saber que venimos de allí se le dispara toda la nostalgia. Muy vivaracha para su edad. No se porque los de la residencia ya no sirven a los peregrinos, sin duda son una atracción y entretenimiento para los ancianos.
Nos acercamos al centro de Chimillas donde está el bar La Alberca.
Donde justo tienen pinchos de tortilla de patata para almorzar, justo antes le había dicho a Bea, que me apetecia un pincho de tortilla de patatas. El camino hace esa magia. El dueño del La Alberca tiene un blog al que los peregrinos suelen enviar fotos, cosa que le prometo hacer. La tienda no la visitamos, pues vamos bien provistos del Mercadona de Huesca.
De Chimillas a Bolea no hay nada. Solo campos de sacano, bosques de encinas y un par de granjas, que aquí llamán "castillos".
Al poco, y por no dormir bien estamos bastante cansados, buscamos una sombra entre los chaparros, para echar una siesta.
Tras la siesta decidimos que llevamos demasiadas cosas inútiles en la mochila y nos deshacemos de ellas. El libro a medio terminar, el palo de selfies, champus y ropa que no nos vamos a poner entre otras cosas. Las enterramos en una zanja, para deleite de futuros arqueólogos.
Cruanzando un bosque de encinas, el camino desaparece, alguien ha barrado el paso y labrado encima. Como la guia dice que hay que atravesar dicho bosque lo hacemos, y al poco volvemos a encontrar las flechas. Llegamos al primer castillo, tras una bajada, cruzando entre sus instalaciones, se nos aparece un perro, un mastín aragonés imponente. Disimulamos y parece que funciona el perro nos mira y nos deja pasar.
Al poco llegamos al siguiente castillo y el asunto se complica un poco, pues no solo oímos ladrar a un perro, sino que encontramos un cartel a la entrada avisando que estamos en una propiedad privada y hay perros peligrosos sueltos. Es increíble que esto pase en pleno camino de Santiago y que las autoridades lo permitan. Después en Bolea nos enteramos que el propietario se oponía a que el camino pasará por sus tierras. Ya sabemos el principal sospechoso de la desaparición del camino metros antes.
Para evitarnos problemas con los perros, decidimos rodear la casa por los campos sembrados, no sin antes alistar el bastón y aprovisionarme de piedras. Llevo un cabreo encima impresionante, como el perro nos ataque, iré a por el dueño de seguro. Ni propiedad privada ni hostias, se iba a enterar el latifundista de m.... ese.
Por fin vemos Bolea a lo lejos, encaramada en una colina, como suele ser habitual.
En mitad de la cuesta de entrada al pueblo, hay una fuente que es de agradecer. Según parece fue donada por un hombre en recuerdo de su hijo muerto en una de esas fiestas populares con toros.
En Bolea, según la guía, el encargado del albergue es el bar Rufino, que encontramos al poco. Donde nos refrescamos y nos toma los datos. La llave la tiene el Bernardo, que llego al mediodía y ya está en el albergue. Y hacia allí nos dirigimos, pero Bernardo no esta. Así que Bea se queda aguardándole con las mochilas, mientras que yo corro a buscar la tienda antes que cierren y comprar provisiones. Búsqueda inútil, porque los miércoles por la tarde NO ABRE. Tengo que conformarme con comprar agua en el estanco.
De vuelta al albergue, Bernardo no ha vuelto. Decidimos ir al bar Rufino y volver al albergue mas tarde, cuando le vemos aparecer calle arriba.
Nos acomodamos en el albergue, que está bien, sin tirar cohetes. Un poco abandonado, todo es decirlo. pero en fin.mejor que nada. Y es que estábamos mal acostumbrados. Después salimos a cenar al bar Rufino. El menú vale 15 euros, pero a los peregrinos nos cobran solo 11. Como damos 8 de donativo para el albergue en total 30 igual. El Rufino es un joven muy alegre, todo lo contrario del otro camarero, que debe ser el padre, mas serio imposible.
Se ha hecho de noche, nos hubiera gustado visitar el pueblo, que tiene muy buena pinta. Bernardo nos ha elogiado las vistas desde lo alto de la iglesia, y todo el pueblo tiene un aire medieval muy bien conservado. Pero estamos demasiado cansados, así que volvemos al albergue a dormir.





2 comentarios:

  1. Buen final de etapa con el buen sabor de boca que les deja la amabilidad del amigo Rufino. "Chimillas" y "Bolea", bonitos nombres para un tramo del Camino que no conocía pero que empiezo a conocer y a gustarme gracias a su narración.
    Muchos ancianos agradecen las visitas y la conversación de las gentes. Es una de las cosas bonitas que podemos hacer en esta vida, conversar con los ancianos y, sobre todo, escucharles.
    ¡No se olvide de mandar las fotos al dueño de La Alberca!, ¡Inmortalícese en el Camino de caminos!
    ¡Mecachis la mar, ¿cómo se les ocurre llevar un palo de selfis?, ¡jajajaja!
    "Los enterramos en una zanja para deleite de futuros arqueólogos" ¡Viva el buen humor con una chispita de ingenio!
    ¡Joder con el terrateniente y sus perros peligrosos!... Un buen palo es la mejor arma disuasoria contra perros. ¡Caramba, les hubiese servido el palo de selfis!... En el Camino Primitivo conocí un caso absolutamente opuesto a este: un señor cedió su terreno a los caminantes porque el Camino estaba cortado por obras. Y fue muy curioso porque pasábamos no solo por la finca, sino también por su propia casa, por el establo.
    Una vez más mil gracias por estas narraciones que reavivan mi nostalgia, !jeje!

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    1. La España profunda exite todavia, lugares siniestros como esos "castillos", unos metros mas alla este tipo de finca recibe otro nombre, destilan maldad. Ahora son lugares solitarios, pero cuando no habia tractores ni maquinaria agricola deberia de haber por alli cientos de jornaleros y sus familias a servicio de esos chapasangres.

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