martes, 1 de septiembre de 2015

11ª jornada. De Pertusa a Pueyo de Fañanás

Domingo, 16 de agosto.
Me despierto sobre las 7. Me visto y poco después despierto a Bea. Recojemos, limpiamos y desayunamos lo poco que tenemos. El café soluble, la leche y membrillo. Salimos a ver si los bares estaban abiertos, pero nada. Por lo que emprendemos la ruta a Pueyo de Fañanás. Poco mas de 15 klms.
El camino transcurre apacible, tras una breve pero montaraz cuesta, una escalada en realidad.
Enseguida llegamos a Antillón.
El bar está cerrado. Pero se para un coche y es el alcalde y tras interesarse por nosotros, dice que enseguida llama al encargado del bar, que está abajo en la piscina.
En el bar no hay nada de comer, por lo que nos limitamos a unos someros cafes con leche. Este pueblo, Antillón no dispone de albergue propiamente dicho, pero se facilita la estancia a los peregrinos para que pernocten en el pabellón deportivo con opción a piscina gratis. Esta demasiado cerca de Pertusa, por lo que continuamos la marcha.
Para salir del pueblo hay que subir una empinada cuesta. Justo en medio hay un perrito ladrador y cambroncete bastante agresivo. Nada mas subir la cuesta, me doy cuenta que me he dejado el sombrero en el bar. Por lo que tengo que bajar y volver a pasar por delante del perro, que no me muerde porque lo aparto con el bastón. A la vuelta echo por la parte de atras, pero el perro me huele y me vuelve a darme la vara. Bea mientras tanto se queda guardando las mochilas y admirando el paisaje, que desde esa altura es espectacular.
Caminamos y paramos a las 12.
A la 1 buscamos una sombra donde parar para comer algo de las provisiones, una lata de atún que nos queda con pan duro, algunas almedras y caramelos de limón. Vemos una construcción abandonada, pero está cerrada y no hay ninguna sombre, es casi medio día el sol cae a plomo. Para un camión con dos personas que se interesan por nosotros y el camino. Nos desaconsejan parar al lado de las contrucciones de la zona, son antiguos corrales y están llenos de pulgas.
Por fin encontramos unas sobras bajo unas encinas. Tendemos la ropa mojada y nos disponemos a descansar, la mayor parte de los calores.
Al poco aparecen por el camino un grupo de jovenes peregrinos, dos chicos y dos chicas. Vienen desde Bernegal. Hablamos un poco y quedamos con ellos en Pueyo, pues nosotros vamos a seguir un rato a la sombra.
Acabo un capítulo del libro Regalo de Reyes, y como no puedo quemarlo como la protagonista de Wild, lo esparzo al viento. No es basura, son mensajes.
Recuperamos la marcha. El camino a veces se hace confuso, pero gracias a las huellas que dejarón los jovenes anteriores, llegamos a Pueyo sin más problema. Posteriormente nos dijerón que llevan una aplicación en el movil, WIKILOC, me parece que se llama, y parece que facilita mucho la orientación. Habrá que informarse sobre eso.
En Pueyo llegamos al bar social y unos señores que estaban jugando a las cartas, nos ponen en contacto con Ana, la hospitalera, que vive al lado. Nos toma los datos, nos sella la credencial, con el sello caracteristico de Aragón (casi todos los pueblos tienen el mismo, esta claro que es cosa de la Chunta). Nos cobra 5 euros por el albergue y cuatro por un kit de comida para peregrinos. Pues no hay ni tienda ni el bar tiene nada para comer. El kit es un plato precocinado de albondigas o lasaña, mas dos cervezas.4 euros. Las llaves del albergue las tienen los chavales que nos precedieron y que están en la piscina, ya nos dijeron que estaban haciendo la ruta de las piscinas y recalan en todas. Voy a buscarlas mientras Bea se queda con las mochilas y la bolsa de comida.
El albergue está muy bien.
Nos preparamos la comida y nos acostamos a echar la siesta. Yo me despierto al poco, pero Bea duerme toda la tarde, y solo se levantará para volver a acostarse. Dormirá mas de 14 horas. Como no quiero irme y dejar la puerta abierta, o llevarme la llave y dejarla encerrada. Me quedo en la litera escuchando la radio y viendo anochecer por la ventana.
Pasadas las 10 me duermo yo también. Sobre la una se escuchan unos golpes en la puerta, me acerco a abrir con aprensión, pues no podemos alojar a nadie sin permiso de la hostelera. Son una pareja jovén, según me explicarón se habían perdido y habían llamado por telefono para que fueran a buscarlos con un coche. Se ven agotados. El albergue está lleno, pero se acomodan en el comedor.  Los otros cuatro ni se inmutan. Bea se desperto un rato, pero tras hablar con ellos volvio a dormir, y yo también.

5 comentarios:

  1. Je je je... "perrito cabroncete". Me hacen mucha gracia tus experiencias con los chuchos, no sabes tratarlos. Déjate morder un poquito un brazo, sin inmutarte, y verás como te adoran. En serio.

    Lo que me gusta es que todos se interesan por los peregrinos y les ofrecen ayuda. ¡Bravo!

    Respecto a arrancar un capítulo del libro y esparcir las hojas, yo lo llamaría de otra manera, grrrrrr... ¡Esperaba que me regalaras este libro a tu vuelta! En fin, no tienes remedio.

    Buena obra, permitir que peregrinos perdidos descansen en el albergue aunque esté lleno. Eres un cacho pan, te lo tengo dicho.

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  2. Mientras ahí sitio para extender el saco, el albergue no esta lleno...aunque sea en los pasillos. Por lo menos en este tramo. Aunque lo habitual es que esten todos vacios. Lo de Pueyo fue una excepcion inusual.

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  3. ¡Buenos días sabatinos septembrinos, señores Teresa y Valdivieso!
    Clásicas fotos que no ha dejado de hacer ningún peregrino desde que se inventó la fotografía: nuestras propias sombras proyectadas en el terroso o pedregoso camino cuando el sol dispara con fuerza sobre las gorras que nos defienden de él.
    "Antillón", un nombre potente. "Pertusa" suena a algo mágico o a nombre de mujer del lejano Este europeo.
    Yo también me dejé olvidada la gorra en una ocasión. Bueno, en realidad olvidaba muchas cosas y perdía otras. Soy un auténtico desastre. Fue subiendo el Cebreiro. Me la había quitado para poder inclinar bien la cabeza y beber del cañó de una fuente de agua fresquísima. Cuando terminé eché mano del bordón y me dejé allí mi preciadísima gorra llena de los pins que iba comprando en todas parte, pins del Camino. Me percaté del olvido cuando ya había ascendido unos doscientos o tresci8entos metros. Bajé a por ella y a mitad del tramo vi que un peregrino la traía en la mano y me sonreía. Me ahorro un buen cacho de camino jodedor, pues el que más jode es el que tienes que rehacer por un despiste.
    Excelente el episodio el del perrito puñetero, personaje canino que no falta en la "ruta de las estrellas" y al que se le pone en su sitio con el bordón amenazador, e igualmente entrañable el de los señores del camión con advertencia anti-pulgas. Cuando siga usted copletando el Camino advertirá que ya en León los perros apenas ladran y en Galicia ni se inmutan. A mayor afluencia de peregrinos, más pasivos se muestran los perros.
    Las hojas del libros esparcidas al viento, "no es basura, son mensajes". Una muestra genuina de la genialidad valdiviesana", jeje!
    Feliz weekend, veterano peregrino!

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    1. Los olvidos...y los encuertros son recurrentes. Señalan la genialidad del camino que nos viene a decir que las cosas van y vienen

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