viernes, 28 de agosto de 2015

5ª jornada. De Alguerri a Alfarras

Lunes 10 de agosto.

Me despierto a las 7. Bea al poco. Desayunamos y nos preparamos para la salida. La ropa no se ha secado del todo. Dejamos la llave en el buzón del hogar del jubilado, y Bea se da cuenta que se ha dejado el bastón. Por suerte ya hay una persona dentro y amablemente nos vuelve a abrir el albergue.
Tomamos otro café en el bar de anoche y nos adentramos en el Camino. La etapa de hoy es un paseo, solo 8 kilólometros.  Al principio hay un tramo de carretera de unos 200 metros, pero pronto deriva a un camino de tierra.
Nada mas verme en la solitud y tranquilidad del campo, entre unos olivos, alivio mi problema de extreñimiento.
Cerca de Alfarras, paramos a descansar y a tender la ropa mojada en un campo de peras. Paramos mas de una hora, duermo un poco. Pero la ropa no se ha secado del todo. El algodón cuesta de secarse. Nota para otra ocasión.
El camino continua al lado de un gran canal, durante varios kilometros, hasta llegar a una carretera. Las flechas indican que hay que seguir por la misma, pero una de las guias dice que se puede seguir junto al canal, libre de los coches. Nos arriesgamos, aunque no hay ninguna flecha amarilla. Mas adelante le preguntamos a una persona si vamos bien, lo que nos confirman.
Efectivamente, pronto detras de una escombrera se ve la ermita, y abajo el rio Noguera-Ribagorzana, a los pies del Alfarras. El último pueblo de Cataluña.
Hay dos puentes para entrar en el pueblo, uno es la carretera sin arcen, y el otro un puente romano al que han añadido un pasarela. Me cuesta convencer a Bea, que padece de vertigo, de que es mas seguro utilizar el puente peatonal que el de los coches.
Nada mas cruzar el puente, oimos una explosión y sentimos el aire de una onda explosiva, pareciera una bomba. Pero ha sido la rueda de un camión que ha explotado a 30 mentros de nosotros. Menudo susto.
Paramos en el primer bar que encontramos, donde tomamos los consabidos cafe con leche, Bea, y limonada yo. Preguntamos al tabernero por un posible albergue o pensión. Y nos dice que no hay nada hasta Tamarit. Extrañado pues en la guía señala que hay un hostal en la Av Cataluña, preguntamos a un grupo de mujeres.  Y resulta que la pensión Florida esta a 50 metros.
La pensión nos cuesta 32 €, aunque al final nos rebajo a 30. Tras dejar las cosas salimos a comprar, pero las tiendas están cerradas, excepto los bazares chinos, que sorprendentemente para un pueblo tan pequeño, hay un montón. Yo al menos conte 4. Compre unos calzoncillos y unas zapatillas tipo Fran Cuesta, pues las que compré en Balaguer me van grandes.
Volvemos a la pensión, yo me quedo a comer, Bea dice que no tiene hambre y sube a la habitación. La comida es sabrosisima. La cocinera una mujer de mas de 70 años y madre de los dueños es una maravilla. Me como una ensadilla rusa y unas albondigas de rechupete.
Una vez en la habitación Bea me dice que no se ha quedado a comer porque prefiere comer cosas compradas y bocadillos, pues está preocupada por el ritmo de gasto. Yo le digo que es un error, que es preferible comer bien y si acaso acortar los días de ruta. Me parece que logro convencerla, pero los acontecimientos posteriores nos impuesieron un regimen de comidas inesperados. Pues practicamente no hay restaurantes en los pueblos de Aragón.
Por la tarde salimos a comprar, bastante comida. Nos pasamos un poco, pues era mucho peso. Y tras dejar la compra salimos a visitar el pueblo. Hay poco que ver, el rio, un molino viejo
y una iglesia románica mal reconstruida...y cerrada. No vaya a ser que los turistas pretendan entrar a verla. Paramos en una terraza, justo al lado están las mujeres a las preguntamos donde estaba la pensión esa mañana. Nos hablan que hay una plaga de mosquitos. Adios a dormir con la ventana abierta.
Esa noche duermo muy mal, me despierto a las 12, el ruido del ventilador me molesta. Me vuelvo a dormir a las 3, pero a las 5 vuelvo a estar desvelado. A las 6 se despierta Bea y aprovecho para convencerla para salir cuanto antes. No esta muy convencida pues sigue teniendo sueño. Creo que esta un poco enfadada conmigo por este madrugón, pero tiene buen caracter y enseguida se le pasa.

4 comentarios:

  1. Je je je... me temo que estás fastidiando a Bea con no dejarla dormir. Que son vacaciones, hombre, no hay ninguna obligación de "fichar" como en el trabajo.

    El puente romano es más agradable, me gusta la foto.
    ¿Vertigo? Para nada, mujer (me dirijo a Bea, obviamente), con tener la vista al frente es suficiente. O ir charlando, esto es lo mejor para no fijarse en lo temido.

    Vaya, lo bueno del Camino es probar la gastronomía de cada zona. Si cargáis con zarandajas, aparte del peso, supone perderse lo mejor.

    Los mosquitos os los habréis llevado vosotros de El Prat, je je je... ¡Mosquitos tigre! Se metieron en vuestras mochilas, como hacía mi difunta Bimba en la maleta de los chicos cuando la abrían para hacer el equipaje, je je je...

    Jesús, si el ruído del ventilador no te deja dormir, te reto a intentar hacerlo en un barco con el ruído de los motores de la sala de máquinas a toda pastilla. El ventilador te parecerá una canción de cuna, te lo aseguro.

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    1. En general hemos tenido problemas con el tema del sueño. Duermo muy mal, pero a partir de ese día ya deje que durmiera todo lo que queria, no es culpa suya mis problemas de insomnio.
      Bea no tiene internet, no está leyendo estos relatos, cuando los acabe le pasaré una copia escrita.

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    2. Lo comprendo, tú eres fatal para dormir, ya lo sé.

      Bueno, pues pásale a Bea lo que quieras. Lástima, creí que disfrutaría con el relato de vuestras andanzas.

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  2. ¡Hola, superperegrinos! Jo, una etapa de ocho kilómetros no es una etapa, es una "etapita" o un "trozito de etapa", ¡jeje!
    "Alfarras", suena como muy potente: alcaparras, bandarras, etarras...
    Y hablando de etarras... ¡hostia, el bombazo del camión!... El susto fue gordo, pero menos mal que solo se trató de la explosión de una rueda. Y eso que aún no habían llegado a la islamizada Tamarit de la Litera.
    Me da envidia y me despierta el apetito su descripción tan apasionada de la ensaladilla rusa y las "albondigas de rechupete" que tan bien prepara la buena señora alfarreña. En el Camino, comer es uno de los grandes placeres, casi más que beber.
    ¡Nos vemos la semana que viene en la cuarta jornada!

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