domingo, 27 de julio de 2014

Para el concurso de relatos de El Periódico de El Prat

Como no se me ocurre nada, voy a relatar como imagino que serán mis vacaciones. Lo que servirá de contraste entre la realidad y la fantasía cuando relate como fueron de verdad.

VACACIONES SOÑADAS

Por fin vacaciones, y como tenía previsto enfile para el Camino de Santiago catalán, del que ya había hecho una etapa el año pasado. Justamente de Montserrat a Jorba.
No me costó nada superar el jet lag, a día siguiente de acabar el trabajo, ya dormí toda la noche de un tirón, en vez de los 3 o 4 días que había calculado que me costaría superar el cambio de ritmos de vida. La mochila la monte en un plis plas, no me faltaba de nada del equipo necesario, y encima parecía que no pesaba nada. Así que a la mañana siguiente, enfile para la estación de la plaza España para ir hasta Igualada. Justo salía un tren nada mas llegar, que poco mas de una hora me situo en Igualada. Allí al momento enlace con el autobus a Jorba. El Principio de la etapa y donde lo dejé el año pasado.
Era mediodia, imposible aventurarse hasta la nueva étapa, en La Panadella, así que aproveche para comer en el refugio que regenta el mosen del pueblo, cocinero y hostelero. Un menu de autentica comida catalana por cuatro perras. Allí mismo deje la mochila en una de las taquillas, y me fuí para la piscina municipal a fin de aliviar los calores del mediodía. Donde pase una tarde fresquita y animada en la observación de las lugareñas en top less.
A las cinco llego mi hora de partir. Los 15 kilometros cuesta arriba hasta La Panadella se hicieron casi volando, mas bien parecían cuesta abajo. Llegue sobre las nueve. El hotel estaba lleno pero el refugio casi vacío, de hecho solo habia una pelegrina.
Una brasileña con un parecido extraordinario a Gisele Bundchen. Seguirdora de Paolo Cohelo y mienbra de una secta macumba que había hecho la promesa de acostarse con todos los pelegrinos que encontrara de aquí a Santiago. Pasamos la noche en alegre fornicio.
A pesar del ajetreo, a la mañana siguiente estaba fresco como una rosa, y encaré con alegría la siguiente etapa, Cervera, donde llegue en tres horas y sin despeinarme.
Grata fue mi sorpresa al llegar a Cervera que seguian fieles a España igual que en 1714, y lo estaban celebrando con diversos actos patrioticos. Todo eran banderas españolas, no se veía ninguna estelada, ni siquiera senyeras catalanas. Me sentí como en casa. 

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